23 ago 2012

PEGAR AL NIÑO

Cuando no se sabe cómo controlar al niño, ¿se le puede dar un azote? Te explicamos por qué puede llegar a ser contraproducente para educar a tu pequeño.


Una investigación realizada en Estados Unidos sobre una muestra de 1500 niños de entre dos y cuatro años puso de manifiesto un dato interesante: los pequeños que reciben habitualmente pescozones tienden a vulnerar las prohibiciones establecidas por los padres. En cambio, los que no sufren castigos son menos testarudos y respetan las reglas más fácilmente.

¿Por qué motivo? El azote no convence, sino que impone la ley del más fuerte. El niño piensa que debe hacer lo que le decís, no porque sea justo, sino porque sois más altos y más fuertes. Se siente ofendido, violentado y acumula rencores que, con frecuencia, le duran mucho tiempo.

Existe otro motivo que desaconseja recurrir a los azotes: se corre el riesgo de que el uso de la fuerza le parezca algo normal, una forma aceptable para resolver los conflictos. Si sus padres también lo hacen, ¿por qué no puede hacerlo él, en el parque infantil o en el colegio con los compañeros?

En el caso de que el niño haya perdido totalmente los estribos y esté fuera de control, algunos pediatras aconsejan apartarle un momento y llevarle a su habitación durante 2-3 minutos, comprobando siempre que en el cuarto no haya nada con lo que pueda hacerse daño. Tras un par de minutos, que os parecerán interminables, volved con él, sentaos a su lado y habladle con calma y afecto sin volver sobre lo sucedido y sin mostrar rencor. Cuando se haya serenado, elogiadle por cómo ha conseguido recuperar la calma.

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